Actualmente el suministro de materias primas tiene orígenes muy diferentes y cereales, proteaginosas u oleaginosas crecen y se cosechan en condiciones climatológicas diversas que condicionan tanto el crecimiento fúngico como las toxinas producidas, además naturalmente de la evolución que existe en el almacenaje y que condiciona las toxinas que durante el mismo se pueden producir.
Considerando que una micotoxina puede además ser producida por varios tipos de hongos y un mismo hongo toxigénico puede producir varias micotoxinas no es difícil entender que la posibilidad de encontrar una única micotoxina como contaminante de materias primas o piensos es extremadamente baja.
Por ello cada vez el término “coocurrencia” es más empleado para referirnos a la presencia simultánea de dos o más micotoxinas en la misma matriz.
Existen muchas publicaciones que ponen de manifiesto la coocurrencia de micotoxinas:
- Goertz y col. (2010) observan en maíz una contaminación con al menos 14 toxinas de Fusarium, DON (y sus formas acetiladas), ZEA, moniliformina (MON), beauvericina (BEA), nivalenol (NIV), eniantinas (ENNs), fumonisinas (FBs), y/o toxina HT2 se encontraban simultáneamente.
- Streit y col. (2013a) indican que en piensos y materias primas un 72% de las muestras contenían más de una micotoxina. Los mismos autores en 83 muestras de piensos y materias primas observan una contaminación entre 7 y 69 micotoxinas o metabolitos por muestra, detectando 169 compuestos diferentes.
- Otros estudios han puesto de manifiesto la presencia simultánea de varias micotoxinas en muestras tomadas en países europeos (Almeida y col., 2011; Blajet-Kosicka y col., 2014; Monbaliu y col., 2010) encontrándose en un elevado porcentaje de muestras la presencia simultánea de tricotecenos (DON, AcDON, T2, HT2) y FBs y con presencia de ZEA en bastantes casos.
- En España es de destacar el trabajo publicado por Ibáñez-Bea y col. (2012) en muestras de cebada que concluye que el 96% de las muestras contienen tres o más micotoxinas siendo la combinación más frecuente AFB1, OTA y DON en el 29% de las muestras y AFB1, OTA, DON, y ZEA en el 26%.
- Datos más recientes de Biomin (2017) en 1378 muestras analizadas indican que el 94% de las muestras contenía más de 10 micotoxinas y metabolitos y que la media por muestra era de 28. En forrajes también se han publicado datos recientes (Panasiuk y col., 2019).
Además de las micotoxinas libres, pueden estar presentes las denominadas “micotoxinas enmascaradas” definidas como moléculas, no detectables por análisis de rutina estándar. Este término fue introducido por primera vez por Gareis y col. (1990) y surge porque en algunos casos, las observaciones clínicas en animales no se correspondían con el bajo contenido de micotoxinas determinado en el alimento.
Años después, Berthiller y col. (2013) y Rychlik y col. (2014) introducen el término “micotoxinas asociadas a las matrices” para aquellas micotoxinas asociadas a oligosacáridos, almidón y que están físicamente atrapadas o están unidas por enlaces covalentes, y el término “micotoxinas modificadas” que incluyen las “biológicamente” modificadas, por ejemplo por conjugación, con compuestos polares, principalmente β-glucósido, sulfato o incluso glutatión, y donde se englobarían las denominadas “enmascaradas” y las “químicamente” modificadas que se producen en los procesos térmicos o de otro tipo en la producción de piensos.
La EFSA (2014) denomina “micotoxinas modificadas” a todas las formas alteradas estructuralmente en relación a su “compuesto parental” o micotoxina libre.
La evolución de los métodos analíticos, permite detectar cada vez de forma más fiable y en menor cantidad más compuestos, encontrando moléculas de las que sabemos poco sobre sus efectos tóxicos y sus interacciones, pero que es necesario conocer para producir alimentos seguros. Nos referimos a las denominadas “micotoxinas emergentes”. Aunque este término no está claramente definido nos referimos en general a:
» Metabolitos de Fusarium como eniantinas (ENNs), beauvericina (BEA), moniliformina (MON), fusaproliferina (FP), ácido fusárico (FA), culmorina (CUL) y butenolida (BUT);
» El metabolito de Penicillium ácido micofenólico (MPA),
» Metabolitos de Aspergillus como esterigmatocistina (STE) y emodina (EMO);
» Los metabolitos de Alternaria de las que hay más de 70 toxinas siendo las más conocidas alternariol (AOH), monometil de alternariol éter (AME), altertoxina (ATX) y ácido tenuazónico (TeA) (Gruber- Dorninger y col., 2017) lista que no es excluyente.
Aunque estas micotoxinas no se analizan de rutina y no están contempladas en la legislación de alimentación animal pueden tener alguna toxicidad e interaccionar con otras.
Las ENNs colonizan cereales y se pueden acumular en el grano. Sin embargo, no se las ha asociado a ninguna patología animal trascendente vía natural (Marín, 2010).
Según la EFSA (2014) los efectos adversos para los animales de granja por la exposición aguda a BEA y a la suma de ENNs es poco probable.
También es poco probable la aparición de efectos adversos por la exposición crónica en aves, sin que existan datos suficientes para valorarla en otras especies animales.
Los datos disponibles para aves y cerdos indican que la exposición a MON vía consumo de piensos presenta un riesgo bajo o insignificante para dichas especies según las prácticas actuales de alimentación. Para el resto de especies, EFSA concluye que el riesgo es bajo o insignificante pero que no se dispone de datos de toxicidad adecuados para poder caracterizar el peligro.
Los datos sobre la sensibilidad de los animales a las toxinas de Alternaria son limitados y no permiten la estimación de los niveles de tolerancia para toxinas individuales y mezclas de las mismas.
Solo para las aves existen algunos datos para la evaluación del riesgo de estas toxinas.
La EFSA concluye que es poco probable que el AOH represente un riesgo en broilers, pero no pueden excluirse por completo los riesgos en la especie. La falta de datos toxicológicos no permite conclusión alguna para otras especies.
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