Los alfa-galactósidos, también llamados oligosacáridos de la familia de la rafinosa (OR), suponen aproximadamente el 5-6% del contenido seco de la soja y otras leguminosas, así como la harina de colza.
Figura 1: Contenido de estaquiosa, rafinosa y sacarosa en harina de soja de distintas procedencias (%MS) (adaptado de González y col., 2009).
Estos oligosacáridos son osmóticamente muy activos, por lo que incrementan el agua en la luz intestinal de los animales, lo que afecta a la digestibilidad y absorción de nutrientes y tienen un gran impacto en la consistencia de las heces. Además, la rafinosa y la estaquiosa causan molestias abdominales (retortijones, flatulencia y diarrea) en humanos y animales, los cuales carecen de actividad α-galactosidasa.
Así, cuando se emplean proporciones crecientes de este ingrediente en piensos para peces, por ejemplo, se puede comprobar que limita su desarrollo y provoca alteraciones histológicas asociadas al síndrome de malabsorción (como una menor integridad de los enterocitos y densidad de microvellosidades), y fisiopatológicas (como infiltración celular de la submucosa y de la lámina propia) en las que se ve afectada la expresión génica del sistema inmunitario del intestino y la respuesta inflamatoria del animal (Marjara y col., 2012).
No obstante, estos efectos no están bien caracterizados, y pueden limitarse a ligeras modificaciones del pH cecal, a los recuentos microbianos o la producción de ácidos grasos volátiles, por lo que algunos investigadores sostienen que la principal causa de depresión del crecimiento en esta especie también tiene una base inflamatoria.
En cualquier caso, estudios recientes indican que la presencia de más de un 1,2% de alfa-galactósidos en la dieta ya tiene un impacto negativo en el crecimiento de los pollos.
Numerosos estudios evalúan dietas suplementadas con esta enzima, que demuestran mejoras de la adaptación a la soja de peces (Dan y col., 2022), cerdos (Baucells y col., 2000) y pollos (Viñado y col., 2024).
Sin embargo, las investigaciones realizadas en animales más maduros no son tan abundantes, y los beneficios del uso de la enzima en otras fases productivas, como la lactación y la finalización de cerdos, o la puesta de aves han sido menos divulgados en publicaciones científicas.
En un ensayo realizado a principios de 2024, en una explotación de ponedoras ubicada en Badajoz, se añadieron (on top) 350 g/TM de este producto en el pienso y se confirmó una mejora del índice de conversión de las gallinas del 1,7% (de 2,059 a 2.024).
Tabla 1: Resultados de producción en gallinas de 26 a 36 semanas de edad.
En consonancia con otras experiencias en aves de renta, estos resultados se interpretan como consecuencia de la reducción del contenido en agua de la excreta, que puede resultar especialmente relevante para explotaciones con problemas de humedad en las camas, especialmente podo-dermatitis (Nagaraj y col., 2007), cuya solución nunca es fácil.