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Importancia de la fibra en el cebo de terneros

La fibra y el rumiante

Los rumiantes tienen un tipo de digestión altamente desarrollada y especializada que les permite el mejor acceso a la energía retenida en los alimentos fibrosos (Van Soest, 1994).
Además requieren forrajes en sus dietas para maximizar la producción y mantener su salud, al mantener un entorno estable en su rumen (Allen, 1997).
En el caso concreto de los terneros en el cebadero, es recomendable añadir un porcentaje de forraje para poder maximizar la ingestión de energía y prevenir trastornos digestivos (Galyean y Defoor, 2003).

 

La fibra y su digestión

Entendemos por fibra a los componentes que constituyen las paredes celulares de los vegetales.
Estos son básicamente: celulosa, hemicelulosa y lignina, que determinamos en el laboratorio mediante las determinaciones de Van Soest et al. (1991): FND, FAD y LAD.

Todos los ingredientes vegetales utilizados en la alimentación de los terneros contienen fibra en mayor o menor proporción.

Los componentes parcialmente disponibles en el rumen –celulosa y hemicelulosa- en función del grado de lignificación de las paredes celulares, serán degradados en el rumen gracias a la acción de los enzimas microbianos que bajo condiciones anaeróbicas romperán los polisacáridos dietarios, con el resultado final de obtener unos productos finales en forma de ácidos grasos volátiles que se convertirán en fuente de energía para el rumiante.

Figura 1. Componentes de la fibra. Esquema traducido y extraído de France & Dijkstra

 

Fibra físicamente efectiva

En un plano más físico, en los últimos años y, especialmente en el vacuno lechero, se ha introducido un nuevo concepto que es el de fibra efectiva, en primer lugar, y más tarde el de fibra físicamente efectiva, con la intención de considerar hasta qué grado esta fibra estimula la masticación, la rumia sobretodo, que a su vez promueva la salivación que permita neutralizar y evitar la caída del pH por bajo del umbral fisiológico.

Figura 2. Separador de Pennsylvania

En este sentido, la separación de la dieta que recibe el animal por tamaño de partícula mediante un separador como el de Pennsylvania permite cuantificar que proporción de esta fibra recibe el animal. La fibra físicamente efectiva explicaría el 71% de la variación del pH ruminal (Mertens, 1997).

 

Fox y Tedeschi (2002) propusieron unas necesidades de fibra físicamente efectiva del orden del 7 al 10% en la ración (sobre MS) de terneros en cebo, en base a cálculos resultantes del modelo de simulación del CNCPS.
Por su parte FEDNA (2008) recomienda que el contenido mínimo de FND de un pienso para terneros debe situarse sobre el 15-20% y de un 5-6% el de fibra efectiva (ambos expresados sobre materia fresca), asumiendo además que el consumo de paja de cereal del ternero será de un 10%.

 

Teniendo en cuenta esta proporción y el contenido de FND de la paja y del concentrado, resulta que:

El efecto que conlleva un consumo deficiente en fibra físicamente efectiva es, entre otros, una disminución de la rumia y un mayor riesgo de padecer acidosis ruminal, lo que repercute en el bienestar del animal (Faleiro et al., 2011).

 

Una de las formas de conseguir aumentar el consumo de fibra en los cebaderos sería usando mezclas o dietas “unifeed”.

Cuando se ha utilizado el sistema “unifeed”, se ha logrado incrementar entre un 50 y un 100% el nivel de forraje ingerido y, a su vez, el tiempo dedicado a la rumia en un 30% (Iraira et al., 2012, 2015).

Nivel de incorporación de forraje

Si bien se ha dicho anteriormente que para poder maximizar la ingestión de energía era necesario incorporar un cierto nivel de forraje en las dietas de los terneros en cebo, algunos trabajos han reportado que no es aconsejable sobrepasar el nivel del 10-15%, ya que entonces la ingestión de materia seca decrece (Hales et al., 2013; Swanson et al., 2017).
Sin embargo, un estudio que utilizaba niveles crecientes de heno de alfalfa hasta un nivel del 19% incorporado a una mezcla “unifeed”, demostró que la ingestión de materia seca, fibra y de fibra físicamente efectiva se incrementaba (Madruga et al., 2018), así como la ganancia media diaria (Madruga et al., 2019) en comparación a la utilización de un 10% de paja de cereal, aunque sin afectar la eficiencia alimentaria.

Además, el tiempo de rumia crecía a la vez que se reducían el número de horas en el que el rumen se encontraba por debajo de un pH crítico o no fisiológico.
Cuando se evaluó el efecto que tenía la incorporación en la dieta de un 19% de heno de alfalfa sobre la calidad de la canal y de la carne, se comprobó que, en comparación al uso de un 10% de paja, ese nivel de forraje no fue suficiente como para causar un cambio relevante en los parámetros de calidad.

Las terneras que consumieron más forraje y en forma de heno de alfalfa presentaron en el perfil de ácidos grasos de la grasa intramuscular una mayor proporción de ácido linolénico pero los efectos desaparecieron al cuantificar la cantidad de este ácido graso en 100 g de grasa intramuscular.

Un nivel superior de forraje al utilizado en la actualidad, cuando este forraje es de mejor calidad que la paja, es posible sin comprometer los resultados productivos o incluso mejorándolos y sin afectar la calidad de la canal y de la carne.

 

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