Actualmente, el término “salud intestinal” es, sin ninguna duda, una de las expresiones más esgrimidas en el ámbito de la nutrición de animales monogástricos, tanto a nivel científico como a nivel comercial y de marketing.
Podríamos pensar que sencillamente se trata de un término o concepto “de moda”, sin embargo el intestino y su estado sanitario realmente juegan un papel primordial en un adecuado desarrollo fisiológico de estos animales y, en definitiva, en su crecimiento y rendimiento productivo.
Epitelio intestinal
El epitelio intestinal es el tejido con la mayor superficie de contacto con el medio ambiente, debiendo proporcionar una función de barrera efectiva que reduzca la exposición a determinados elementos ambientales nocivos y a posibles microbios patógenos, a la vez que permita la absorción de nutrientes y la secreción de sustancias de desecho.
Asimismo, el medio intestinal proporciona una plataforma para el crecimiento de una microbiota diversa que no sólo es una segunda barrera frente a la colonización por patógenos, sino que también regula el desarrollo inmunológico, además de suministrar metabolitos para la nutrición del huésped.
Por último, el intestino contiene un gran número de neuronas, hormonas intestinales y transmisores secundarios que participan en la regulación de numerosas funciones fisiológicas del animal. Ante cualquier desequilibrio entre todos estos componentes y funciones del intestino, se generará una inflamación intestinal, como mecanismo de defensa ubicuo en los animales monogástricos. Las inflamaciones intestinales van a ser la base patogénica de todos los desórdenes entéricos clínicos o subclínicos.
Estrés oxidativo
Por otro lado, en los últimos años ha surgido otro término en el léxico del sector de salud y nutrición animal que se está popularizando a través de numerosas publicaciones y ponencias; el llamado “estrés oxidativo”.
Como es bien sabido, el oxígeno es necesario para la vida animal ya que actúa como aceptor final de cuatro electrones en la respiración mitocondrial. Sin embargo, cuando la reducción del oxígeno es parcial, se generan especies reactivas de oxígeno (ROS por “reactive oxygen species”), las cuales son moléculas o átomos que contienen al menos un electrón desapareado.
En general las ROS son muy reactivas y fácilmente captan electrones de otras moléculas que se encuentren a su alrededor, entre ellas ADN, lípidos y proteínas, alterando la estructura de dichas moléculas y, consecuentemente...