El contenido de proteína bruta de las harinas es alto, entre 42 y 63%, como así también el contenido de aminoácidos esenciales y su digestibilidad.
Debido al creciente aumento en la población mundial, sumado a la disminución de la cantidad de tierras aptas para el cultivo agrícola, los investigadores se han planteado la necesidad de encontrar nuevas fuentes de proteínas de alta calidad, bajo costo y que abastezcan las necesidades humanas y animales. La cría de insectos para la nutrición animal ha sido sugerida como una buena alternativa a la ganadería convencional para una futura producción de alimentos (Jansson & Berggren, 2015).
Los procesos agrícolas tradicionales generan grandes cantidades de carbono que son liberadas al ambiente. Mientras que, con los insectos, estos son notablemente inferiores (Melgar Bautista at al., 2018).
En algunas producciones animales, los insectos forman parte de las dietas, ya sea en forma de harina entera o desgrasada, aceites, larvas deshidratadas o vivas.
El contenido de proteína bruta de las harinas es alto, entre 42 y 63%, como así también el contenido de aminoácidos esenciales y su digestibilidad.
Sumado a esto, vale agregar que la palatabilidad de estos alimentos alternativos es alta para los animales, pudiendo llegar a reemplazar en algunas especies entre el 25 y 100% de la harina de soja (Makkar et al., 2014).
La FAO (van Huis et al., 2013) estima que los insectos comestibles forman parte de la dieta de al menos dos mil millones de personas alrededor del mundo, abarcando unas 1900 especies distintas.
Entre ellos se destacan:
abejas
avispas
hormigas (orden Hymenoptera)
saltamontes
langostas
grillos (orden Orthoptera)
escarabajos (orden Coleoptera)
moscas (orden Diptera)
entre otros.
Entre las harinas de insectos más estudiadas y utilizadas como reemplazo proteico en alimentos para humanos se encuentran el grillo doméstico (Acheta domesticus), las larvas de moscas soldado negra (Hermetia illucens) y los gusanos de la harina (Tenebrio molitor) (Makkar et al., 2014).
El alimento de muchos de estos insectos son desechos orgánicos, de los cuales obtienen los nutrientes para incorporarlos en sus organismos, y de esta manera reducen el material de desecho en el proceso.
La ventaja que posee este sistema de biodegradación por insectos benéficos es que es sumamente rápido (de cuatro a 27 días, dependiendo la especie), comparado con otros métodos tradicionales como son el compostado y aquellos que utilizan la digestión aeróbica o anaeróbica (Čičková et al., 2015).
La gestión de los residuos agropecuarios es de suma importancia para la sanidad de las explotaciones. Por sí mismos, estos residuos son fuente de agentes potencialmente patógenos, aumentando el riesgo sanitario a nivel de las mismas.
Por sus características físicas, químicas y biológicas, una mala gestión de estos residuos implica de manera directa un fuerte impacto ambiental, entre los que se encuentran impactos atmosféricos con riesgo para el hombre.
La materia orgánica, al descomponerse, pasa por fases aeróbicas y anaeróbicas, produciéndose gases y hedores que colaboran con la contaminación atmosférica, a la que se suman la contaminación de suelos y aguas (Godoy, 2012).
Debido a la elevada cantidad de materia orgánica, estos residuos son portadores de un gran número de microorganismos, como:
bacterias
virus
hongos
Muchos de ellos, patógenos que, al encontrarse con condiciones favorables, se multiplican, transformándose en fuentes de contaminación adicionales.
La materia fecal, los restos cadavéricos y de comida son los medios ideales para el desarrollo de vectores como moscas, roedores y aves que viven del material en descomposición y,
en su mayoría resultan ser vectores de enfermedades de las aves y del hombre (Fain Binda, 2022).
Es común que estos residuos potencialmente patógenos se traten por medio de compostado o incineración, o directamente depositados en vertederos (Kim et al., 2021).
Ya que muchos insectos se alimentan de residuos orgánicos de manera natural incorporando a sus organismos los nutrientes presentes en estos, su cría dirigida resulta una oportunidad de reciclaje en la gestión de residuos (Čičková et al., 2015).
En los últimos años, la mosca soldado negra ha llamado la atención de los investigadores por su potencial a contribuir a la economía circular debido al manejo de los residuos y a la producción de proteína (Nguyen et al., 2015; Tschirner & Simon, 2015; Walter et al., 2020).
La mosca soldado negra (Hermetia illucens) es un insecto que pertenece al orden Diptera y su distribución es cosmopolita de regiones tropicales y templadas cálidas. Si bien es nativa de América, en la actualidad se encuentra en distintas partes del mundo (Čičková et al., 2015).
Una ventaja de su comportamiento es que no se acercan a animales ni humanos, quedando posadas sobre la vegetación (Čičková et al., 2015).
Estos insectos poseen un comportamiento gregario y la presencia de sus larvas en residuos orgánicos de origen animal suprime la presencia de otros insectos, como la mosca doméstica (Sheppard, 1983).
En el caso de los estiércoles, las larvas de estas moscas, además de la biodigestión, tunelizan el sustrato, produciendo una aireación, mejorando su estructura (Beard & Sands, 1973).
A esto se suma como ventaja, la reducción en más de un 50% del volumen de desecho y la disminución de la humedad del mismo, lo que contribuye al control de malos olores (Liu et al., 2008).
Varios experimentos demostraron que estas larvas también tienen la capacidad de disminuir significativamente los niveles de poblaciones bacterianas como Escherichia coli en estiércol de vacas lecheras (Liu et al., 2008) y de E. coli y Salmonella Enteritidis en el caso de gallinaza (Erickson et al., 2004).
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