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Transición en vacas lecheras: ¿Qué cambios ocurren en el tracto digestivo?

La transición de la gestación al pico de lactancia en vacas lecheras de alto rendimiento se caracterizan por adaptaciones fisiológicas y metabólicas coordinadas que involucran numerosos tejidos (Bauman, 2000).

Como parte de esta respuesta, el tracto gastrointestinal y el hígado deben aumentar la capacidad para la digestión, absorción de nutrientes y procesos sintéticos para satisfacer las demandas de nutrientes de la glándula mamaria y los consiguientes aumentos del apetito y del consumo de materia seca (CMS) (Bauman, 2000; Ingvartsen y Andersen, 2000).

 

En los últimos años, la preocupación por la disminución de la ingesta de energía metabolizable y proteínas en los días cercanos al parto, la mejora del desarrollo del hígado graso en el parto, la adaptación de la microflora del rumen a los concentrados de lactancia antes del parto y el beneficio potencial de las proteínas no degradables en rumen (RUP) al final de la gestación han sido la base de numerosos estudios.

Al proporcionar proteínas más metabolizables al final de la gestación, se puede mejorar el desarrollo del intestino y del hígado.

 

En un estudio realizado por Gibb et al. (1992) encontraron que durante las primeras 8 semanas posparto, la masa de tejido del hígado, de todo el intestino y del abomaso de vacas de rendimiento relativamente bajo, aumentó 1, 6 y 4 kg, respectivamente, mientras que la longitud del intestino delgado aumentó 5mts.

El intestino y el hígado tienen un alto requerimiento de energía y proteína y su crecimiento aumenta considerablemente las necesidades totales de nutrientes de la vaca durante el período de transición.

 

Además, la masa de los riñones tiende a ser mayor después del parto, tal vez para facilitar una mayor eliminación de urea y otros productos de desecho (Reynolds et al., 2003), así como una mayor ingesta y rotación de agua.

 

El peso de grasa mesentérica se redujo después del parto, esto debe reflejar una mayor movilización de grasa corporal para apoyar producción de energía de la leche. En el estudio de Gibb et al. (1992), la grasa mesentérica se redujo en más de 2 kg en las primeras 2 semana de lactancia.

En el estudio de Reynolds et al. (2004) también se observó una disminución significativa en el peso de el bazo después del parto, lo que puede reflejar un aumento en el volumen de sangre para permitir un mayor flujo sanguíneo hacia la glándula mamaria al inicio de la lactancia (Reynolds et al., 2003).

Se ha observado que el número de papilas por la superficie unitaria del rumen disminuye a medida que prácticamente todos rumiantes maduran y aumentan de tamaño. Esto se ha atribuido al crecimiento del rumen, con mayor edad e ingesta, lo que estira el  tejido epitelial basal y “espacia” las papilas presentes (Hoffman, 1973).

La altura de las papilas aumenta después del parto, antes de que el CMS aumente. Esto probablemente refleja cambios en el espesor de la papilas y su vascularización, pero mejoraría su capacidad de absorción. Los aumentos en la masa de las papilas pueden ser impulsados ​​por un cambio en la dieta, con mayor proporción de concentrados y el consecuente aumento en la producción y absorción de AGV, ya que éstos y, especialmente el butirato, tienen efectos hipertróficos sobre las papilas del rumen.

Para concluir, podemos decir que en las vacas lecheras en transición, el aumento de la masa de los tejidos del tracto gastrointestinal y del hígado parece estar dictado por el CMS y el suministro de nutrientes y no una respuesta dirigida por hormonas lactogénicas, independientemente de los cambios en la ingesta, como se propuso anteriormente.

Fuente: Reynolds et al., 2004J. Dairy Sci. 87:961–971©American Dairy Science Association, 2004.

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