En mayo del presente año, México se situó como una de las cinco industrias de alimento balanceado más grandes del mundo, con una producción anual superior a las 40 millones de toneladas. A día de hoy, se está enfrentando a desafíos derivados del cambio climático.
Según el Consejo Nacional de Fabricantes de Alimentos Balanceados y de la Nutrición Animal (CONAFAB), para 2050, la producción de proteína animal deberá aumentar en un 70% para alimentar a una población global de 10 mil millones de personas.
Este incremento es esencial, pero al mismo tiempo debe enfrentarse a las crecientes presiones ambientales, como la escasez de agua y la degradación de suelos.
Ante esta situación, la industria mexicana ha implementado varias estrategias para minimizar su impacto ambiental. Entre las acciones más destacadas se encuentra el reciclaje de alimentos, logrando procesar 28 millones de toneladas al año, de las cuales 720.000 toneladas se utilizan para la producción de biodiésel y otros productos.
Además, la industria está trabajando en la adopción de biocombustibles elaborados con grasas recicladas de origen animal, lo que contribuye a reducir las emisiones de CO2 en comparación con el diésel convencional.
Otro aspecto relevante es la mejora en la conversión alimenticia. Por ejemplo, en 1950, se necesitaban 4,5 kilos de alimento balanceado para producir un kilo de carne de pollo, mientras que hoy solo se requieren 1,85 kilos. Este avance no solo reduce el consumo de recursos, sino que también mejora la eficiencia en la producción.
Finalmente, la industria también está explorando alternativas para sustituir materias primas tradicionales como la pasta de soya, y está promoviendo el uso de energías renovables, como la instalación de paneles solares y la cogeneración de energía eléctrica a partir del calor residual de los procesos productivos.
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