Actualmente, el término “salud intestinal” es, sin ninguna duda, una de las expresiones más esgrimidas en el ámbito de la nutrición de animales monogástricos, tanto a nivel científico como a nivel comercial y de marketing.
Podríamos pensar que sencillamente se trata de un término o concepto “de moda”, sin embargo el intestino y su estado sanitario realmente juegan un papel primordial en un adecuado desarrollo fisiológico de estos animales y, en definitiva, en su crecimiento y rendimiento productivo.
Epitelio intestinal
Estrés oxidativo
Por otro lado, en los últimos años ha surgido otro término en el léxico del sector de salud y nutrición animal que se está popularizando a través de numerosas publicaciones y ponencias; el llamado “estrés oxidativo”.
Como es bien sabido, el oxígeno es necesario para la vida animal ya que actúa como aceptor final de cuatro electrones en la respiración mitocondrial. Sin embargo, cuando la reducción del oxígeno es parcial, se generan especies reactivas de oxígeno (ROS por “reactive oxygen species”), las cuales son moléculas o átomos que contienen al menos un electrón desapareado.
En general las ROS son muy reactivas y fácilmente captan electrones de otras moléculas que se encuentren a su alrededor, entre ellas ADN, lípidos y proteínas, alterando la estructura de dichas moléculas y, consecuentemente, produciendo serios daños a nivel metabólico y tisular.
En condiciones normales, en el organismo animal existe un equilibrio entre las ROS y el sistema endógeno de defensa antioxidante.
Sin embargo, pequeños cambios en el metabolismo o en la respuesta inmune pueden alterar este delicado equilibrio, generándose un estrés oxidativo. Así pues, el estado de estrés oxidativo se caracteriza por un exceso de ROS y/o una protección insuficiente del sistema endógeno de defensa antioxidante (Figura 1).
No todas las inflamaciones intestinales son iguales
En las explotaciones porcinas y avícolas, los animales continuamente están expuestos a innumerables agentes ambientales potencialmente patógenos y no patógenos a través del aire, el agua y el alimento que consumen, y el contacto con otros animales, lo que deriva en la activación del sistema inmune innato intestinal.
Así, el punto de inicio de las inflamaciones intestinales son numerosos receptores inmunológicos llamados PRRs (pattern recognizition receptors) en el epitelio intestinal y en la lámina propia que reconocen y detectan moléculas asociadas con patógenos microbianos, así como otras señales de peligro –no microbianas- o detritus derivados del daño epitelial, que activan una red altamente regulada de procesos inmunológicos y fisiológicos con el fin de mantener la homeostasis.
Esta activación del sistema inmune innato deriva en la producción de una serie de células y moléculas pro-inflamatorias, las cuales son cruciales para controlar la mayoría de los desafíos a los que se enfrentan los animales a nivel entérico.