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La dificultad para detectar micotoxinas en materias primas y piensos, debido a su distribución heterogénea, así como su habitual poca manifestación clínica específica, hace que muchos problemas de causa desconocida se atribuyan a ellas.
Para acabar con estos “actos de fe”, podemos aplicar el método basado en biomarcadores que permite detectar las micotoxinas y sus metabolitos en hígado, y con el que se puede: obtener un diagnóstico fiable del problema, llevar un control continuo sobre la situación en las explotaciones y valorar objetivamente la eficacia real que están teniendo los adsorbentes de micotoxinas en cada caso.
Los biomarcadores permiten detectar las micotoxinas y sus metabolitos en hígado
A pesar de la existencia en el mercado de,numerosos productos para combatirlas, las micotoxinas siguen siendo a día de hoy un problema habitual que supone una importante pérdida económica y un peligro para la cadena alimentaria y la salud animal.
Dicha pérdida económica afecta a todos los eslabones del sector de producción.
Las micotoxinas producen en el organismo cambios fisiológicos que se traducen en una disminución del crecimiento, desarrollo y producción.
Sin embargo, la inespecificidad de los signos clínicos hace que puedan ser confundidas con otras enfermedades e incluso es común que se confunda la micotoxicosis con deficiencias de manejo o nutricionales.
Las micotoxinas producen en el organismo cambios fisiológicos que se traducen en una disminución del crecimiento, desarrollo y producción.
Sin embargo, la inespecificidad de los signos clínicos hace que puedan ser confundidas con otras enfermedades e incluso es común que se confunda la
micotoxicosis con deficiencias de manejo o nutricionales.
Las particularidades de las etapas de absorción, distribución, metabolización y excreción para cada una de las micotoxinas justifican los distintos grados de toxicidad y de sensibilidad de las diversas especies animales. (ver figura 1)
Figura 1. Modelo ADME aplicado a las micotoxinas
Debido a su ubicuidad, al gran impacto que tienen las condiciones climáticas sobre el crecimiento fúngico y la producción de micotoxinas y a la dificultad por eliminarlas, a causa de su resistencia, la prevención supone la primera y más segura medida estratégica para hacer frente al problema.
La aplicación de fungicidas tras la recolección y almacenaje resulta interesante, pero la eficacia de este tratamiento dependerá del grado de contaminación, de cuánto hayan logrado invadir los hongos y las micotoxinas, frente a las cuales el tratamiento resultará ineficaz.
También sabemos que la contaminación por micotoxinas no siempre se relaciona con el crecimiento fúngico
Todo ello nos hace recurrir a la aplicación de métodos detoxificantes, los cuales permitirán reducir la presencia de micotoxinas en los piensos y disminuir los efectos tóxicos que tienen en los animales al ingerir éstos alimentos contaminados.
De entre los métodos detoxificantes, los de adsorción son los que resultan eficaces y viables.
Muchos otros probados a nivel experimental como la separación de granos, la extracción por solvente, la irradiación, el tratamiento térmico o los agentes protectores, por sí solos resultan ineficaces o inviables en la práctica en la gran mayoría de casos.
El muestreo es el punto crítico en la detección de micotoxinas pero es muy difícil conseguir que sea representativo. Debido al crecimiento heterogéneo de los hongos y de la producción de micotoxinas en piensos y materias primas, los muestreos raramente son significativos y, por tanto, los resultados no reflejan la contaminación real de un lote.
De ahí que la legislación (Reglamento (CE) nº 401 de 23 de febrero de 2006) marque la necesidad de tomar un gran número de muestras, tal que hasta 100 para un camión de unas 24 toneladas, que resulta inviable en la práctica diaria.
BIOMARCADORES & MICOTOXINAS
⇒Esta metodología, basada en biomarcadores, supone el fin de la confianza ciega en los tratamientos, pues permite valorar de un modo objetivo (analítico) si el adsorbente de micotoxinas aplicado está teniendo realmente el efecto esperado.
⇒Los biomarcadores se definen como cambios o alteraciones celulares, biológicas o moleculares que se producen en los tejidos en respuesta a un xenobiótico, en este caso micotoxinas, y su estudio resulta de gran utilidad para proporcionar información sobre la exposición dicho xenobiótico, los efectos producidos o la susceptibilidad del individuo.
⇒Para establecer un biomarcador hacen falta numerosos estudios de toxicología y una validación exhaustiva que permita encontrar, por ejemplo, una relación entre un biomarcador y la dosis externa o el grado de enfermedad.
Los biomarcadores se producen en los tejidos en respuesta a un xenobiótico, en este caso micotoxinas
Tabla 1. Biomarcadores presentes en hígado que pueden ser utilizados para medir la exposición a las principales micotoxinas que afectan a los animales (fuente: adaptado de Baldwin et al., 2011). AFB1: aflatoxina B1; AFM1: aflatoxina M1; FB1: fumonisina B1; DON: deoxinivalenol; OTA: ocratoxina; ZEA: zearalenona; Sa/So: relación esfinganina y esfingosina; ZOL: zearalenol; ZAL: zearalanona.
Aplicar las técnicas de biomarcadores para detectar en campo las micotoxinas es una excelente herramienta para el control de micotoxinas porque elimina las dificultades y limitaciones de las analíticas en materias primas y piensos y la incertidumbre del diagnóstico clínico.
Mediante una técnica útil, sensible y eficaz se determina la concentración de micotoxinas y de sus metabolitos presentes en los órganos diana de las mismas -principalmente hígado y riñónobtenidos mediante necropsia en granja, y en función de la concentración detectada en los órganos, se estima la contaminación acumulada en el pienso ingerido por los animales.
La fiabilidad del método está más que contrastada y en algunos países europeos incluso existe legislación sobre los límites máximos de micotoxinas en órganos (FAO, 2004).
El resultado que se consigue es una “radiografía” de qué micotoxinas y en qué cantidades están presentes en las explotaciones, lo que permite llevar un control efectivo y específico de cada situación, detectar tendencias y evitar problemas, además de poder valorar de manera objetiva la eficacia del adsorbente de micotoxinas utilizado.
Un programa eficaz de control de micotoxinas debe incluir tres actuaciones: prevención en piensos, control en fábrica y una verificación del programa mediante un control en granja
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