El estrés no deja de ser la respuesta fisiológica del organismo ante la percepción de una amenaza con el objetivo de restaurar el equilibrio del medio interior.
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¿Sabe realmente lo que es el estrés en ganadería? La palabra “estrés” está muy de moda.
Empleada como un indicador de bienestar o para promover diversas y variadas soluciones, cubre una cantidad considerable de distintos conceptos.
Muy a menudo, las causas y las consecuencias del estrés se confunden, lo que complica el diagnóstico o la índole de las soluciones propuestas, y mantiene la confusión en el usuario.
La palabra estrés suele utilizarse para hacer referencia tanto a la causa como a la consecuencia. Sin embargo, es importante distinguir el origen del estrés refiriéndose a él como «factor estresante» («stressor» en inglés).
Existe un gran número de factores estresantes diferentes (ver la Tabla 1 más abajo). Su descripción se realiza identificando e indicando el nivel de intensidad, como ocurre con el estrés de densidad elevada (44 kg de peso vivo/m² para el pollo).
El estrés no deja de ser la respuesta fisiológica del organismo ante la percepción de una amenaza con el objetivo de restaurar el equilibrio del medio interior.
El estrés es pues una respuesta vital y necesaria del animal que le permite adaptarse a una evolución de su entorno percibida como perjudicial y que crea malestar, ansiedad o tensiones emocionales (Seyles, 1936).
Describir las consecuencias del estrés se basa en indicadores fisiológicos o comportamentales que reflejan este malestar y esta ansiedad, como un nivel elevado de cortisol salival o un tiempo de descanso insuficiente.
La mayor confusión que suele encontrarse sobre el terreno es oponer un amplio espectro de antioxidantes al estrés.
Es cierto que el estrés oxidativo existe, pudiendo ser de origen alimentario o la consecuencia de uno o más factores estresantes, pero un antioxidante nunca trata la causa del estrés.
Cuando nos vemos limitados a no poder tratar nada más que las consecuencias del estrés en el estado oxidativo del animal, hay que favorecer los antioxidantes con fuerte poder antiinflamatorio ya que la disminución del sufrimiento del animal contribuye a reducir el malestar. Pero limitar las causas del estrés resultará siempre más eficaz.
Distinguir entre las causas y las consecuencias del estrés constituye el primer paso antes de hacer un diagnóstico y el segundo es clasificar los factores estresantes.
Hay un gran número de factores estresantes que pueden clasificarse en (Tabla 1):
Tabla 1: Las dos categorías de factores estresantes
Muy a menudo los factores estresantes evitables corresponden al ámbito de la gestión.
Reducir el control del estrés a un problema de gestión y dejar caer la responsabilidad sobre el ganadero es un error porque limita las causas del estrés a factores evitables.
Y, sin embargo, algunos factores estresantes son inevitables, especialmente en nuestros modelos de producción actuales.
Para mitigar el impacto de los factores estresantes inevitables, se proponen soluciones destinadas a mejorar las condiciones de cría, como la mejor regulación de la temperatura o el enriquecimiento del medio, pero con ello no se puede garantizar el total control de los factores estresantes.
Por tanto, el animal se encuentra solo para hacer frente a este estrés. Tanto si son evitables como si no, los factores estresantes afectarán al animal en forma de sufrimiento psicológico y/o social.
A continuación, utilizaremos el término “psicosocial” para agrupar los dos tipos de estrés.
Los llamados factores estresantes inevitables colocan al individuo en el centro de la gestión del rendimiento.
Los efectos adversos del estrés afectan directamente al rendimiento individual del animal.
La única solución duradera sería actuar en el animal proporcionándole la capacidad de adaptarse mejor a su entorno.
En este sentido, es preciso reforzar la resiliencia individual de los animales, es decir, su capacidad para lidiar por sí solos con los cambios en su entorno sin ningún efecto adverso para ellos.
En tales circunstancias, un cambio en el entorno (posible factor estresante) se convierte en una oportunidad más que una amenaza.
Para intervenir en el animal y en sus capacidades de adaptación, hay que intervenir directamente en su cerebro, utilizando moléculas olfativas que pueden cumplir con esta tarea de refuerzo.
Con 20 años de investigación sobre el comportamiento animal y el cerebro, desde Phodé proponemos utilizar aditivos sensoriales como VeO para reforzar el cerebro de los animales. Gracias a estos, los animales expresan menos miedo, pasan más tiempo explorando su entorno y acaban ofreciendo más rendimiento a los ganaderos. Los animales son más resilientes frente a los factores estresantes.
Además de la gran variedad de factores estresantes presentes en la ganadería, los efectos adversos del estrés se acumulan y superan la capacidad de regulación intrínseca del animal. Esto explica en gran medida la brecha de rendimiento observada con el potencial genético de los animales.
El coste total de todos estos factores de estrés oscila entre 11 y 16 céntimos de euro por pollo producido.
El coste de todos estos factores de estrés oscila entre 52 y 87 céntimos de euro por gallina al año.
Como resultado, los impactos negativos en su consumo y/o en su rendimiento reproductivo se intensifican en caso de hiperprolificidad.
A nivel global, esto representa un coste aproximativo de 110 a 300 euros por cerda al año.
Estas variaciones generan pérdidas colosales a las que nos hemos acostumbrado y contribuyen de manera insidiosa a aumentar los costes de producción, y esto se hace paradójicamente a expensas del bienestar de los animales.
Para resolver por fin esta contradicción, debemos centrar nuestros esfuerzos en el “Better-being” de los animales y, en particular, en su capacidad para emanciparse de los cambios en su entorno de vida.
La solución Phodé permite al mismo tiempo mejorar el bienestar y el rendimiento individual de nuestro ganado, así como el rendimiento económico de las explotaciones modernas.
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